viernes, marzo 24, 2006

Las cosas que no hacemos...

Nacer, Crecer, Reproducirse y morir es un ciclo de vida muy razonable si eres una exótica tortuga Carey o un tigre de bengala, pero sin duda es algo muy limitado para un un ser humano. A lo largo de nuestras vidas, nos exigimos ganar más, ser mas estéticos, aprender rápidamente, poseer más y triunfar profesionalmente; entrando a un remolino de ambiciones que se deriva en nuestra realización personal y cosas sumamente positivas como ascensos laborales, premios Nóbel, cuerpos de miedo y grandes propiedades como el nuevo departamento de Pam Anderson, pero también nos lleva a la pérdida de nuestra espontaneidad, nuestra inocencia infantil y a veces inclusive de la sensibilidad.
Al analizar las últimas semanas de mi vida me doy cuenta que hay muchas cosas sencillas que he dejado de hacer, y que creo que sin duda me hacen falta:

  • Comer sin culpa: Me reí de mi mismo cuando ante una caja de barritas de avena, me di cuenta que ya es habitual para mi sumar las calorías que ingiero durante el día, y tener una idea de cuantas quemo en el gimnasio. Poco a poco nos hemos vuelto unos adictos a lo Light, a lo bajo en grasas y sin duda a lo alto en fibra, lo cual sin duda se refleja en que ya nos entran los jeans sin tener que frotarnos de mantequilla antes de ponérnoslos, pero que nos ha llevado a sentirnos culpables hasta de comer un Kiss de Hershey´s ó una deliciosa lasagna en la cena por sus implicaciones en nuestras llantitas del juicio.
  • Sonreír a un desconocido: Y con esto no estoy promoviendo la promiscuidad ni los ligues en la fila del Starbucks, sino afirmo que una sonrisa o una actitud jovial (ojo.. no jota, sino jovial) hace esta vida más llevadera y hace cualquier trámite, más agradable. Durante el día nuestra cabeza es una caldera de pensamientos, ideas, frustraciones, conflictos y demás, que se derivan en una expresión compungida y seria; lo que no nos hemos puesto a pensar es que no todos los que nos rodean tienen que sufrir nuestros calvarios personales, y podemos por un momento dar nuestra mejor cara al mundo y porqué no, presumir que gracias a nuestra blanca dentadura Colgate nuestro dentista tiene casa nueva en la isla del padre.
  • Manejar cívicamente por las calles: Después de vivir 6 años en Monterrey y enfrentarme a su caos vial e inclusive sufrir múltiples accidentes, te puedo decir que nos urge civismo en el tránsito, mucho más que segundo piso en Gonzalitos. Ya sea por el estrés de llegar a tiempo a nuestra oficina, o el ansia de llegar a ver Desperate Housewives a nuestras casas, pero cada vez evitamos más el ceder el paso a otro carro por mera cortesía, cada vez nos olvidamos más de permitir el paso a los peatones o simplemente manejar sin dejar sordo a claxonazos a los demás automovilistas.
  • Callar y hacer una introspección: Este punto, aplica para todos, ya que llamémoslo rezo como católicos ó charla con uno mismo para los ateos, todos los seres humanos de vez en cuando tenemos que cerrar la boca, respirar profundo y pensar si el rumbo que estamos llevando es el correcto para nosotros mismos. Muchas veces no necesitamos pagar miles de pesos en un psicoterapeuta en el Hospital San José, ya que nosotros mismos sabemos si lo que estamos haciendo está bien o mal y sabemos lo que tenemos que hacer para enmendarlo, solo es cuestión de auto-conocernos, auto-explorarnos (emocionalmente en este punto, no seas mal pensado) y aprender de nuestros errores.
  • No exigir de mas: Ya sea con la nueva película de Sarah Jessica Parker, el nuevo pretendiente guapísimo que conocimos en el antro o el nuevo libro de Anne Rice, siempre tendemos a esperar demasiado de las cosas y de las personas, lo cual se traduce en que a veces nos sentimos frustrados o decepcionados, con ganas de “mas”, cuando realmente lo que pasa es que hemos perdido la capacidad de asombro, o construimos expectativas demasiado altas a cosas que no dependen de nosotros. En ese sentido nos urge ser nuevamente como niños y no por tener el cutis terso, tener muchas vacaciones y no engordar con todo lo que traguemos, sino por poder sorprendernos y aprender con todo, entretenernos con una crayola y una hoja durante horas y hacer de un día de lluvia una fiesta.

Lo fascinante de los seres humanos es que somos ambiciosos por naturaleza, no lo podemos evitar, siempre queremos más, más de lo material, mas del sexo, más del amor pero a veces desgraciadamente, nos olvidamos de querer ser más espirituales, o al menos, de ser MAS humanos, y con esto me refiero a ser un mejor prójimo para nuestros coterráneos, y esto solo se logra con un cambio de actitud, ya que en un abrir y cerrar de ojos puedo pensar muchos detalles que he dejado de hacer por el diario ajetreo de mi trabajo o del compromiso social; detalles que son sencillas actitudes que hacen que uno se sienta más vivo, más conectado con las otras personas y con nosotros mismos y a la larga, ser mejores personas, todo con el delicado equilibrio de ambiciones.

No cabe duda que la vida depende del cristal con el que lo mires, habrá gente que prefiera verla con un cristal metálico de riquezas, otros como un espejo donde solo se auto reflejen, unos cuantos como una superficie oscura sin gran felicidad, pero yo, con el paso de los años he aprendido que es mejor a través del de la copa Martinera de un Cosmopolitan, ya que es cierto que la vida no es de color de rosa, ni es perfecta, pero es la oportunidad que tenemos para sacarle jugo a nuestras capacidades, desarrollar al máximo nuestro potencial, divertirnos, aprender, disfrutar de cada momento, amar y ayudar a hacer del mundo un lugar mejor.