viernes, septiembre 15, 2006

Celebrando la Independencia

El día de mañana celebramos la Independencia de México ( y de algunos países Centroamericanos) una celebración que con el paso de los años, se ha vuelto la ocasión perfecta para ponernos hasta las chanclas tomando Tequila, y gritar muchos Vivas. En estas festividades, algunos amiguitos de ambiente con algunas tendencias travestís aprovechan para sacar sus trajes de charra a la Lucero, sus outfits de china poblana o unas trenzas muy a la Lila Downs, todo sea con tal de celebrar a la patria y tener algún pretexto para sacar la pluma de la boa a relucir.


El problema radica, en que estamos ya tan adaptados a todo lo relacionado con el 16 de Septiembre, que muchas veces olvidamos el verdadero motivo de la celebración, que es la Independencia de nuestro país. Festejamos que luego de pasar algunos cientos de años en “dominio” de los Españoles, finalmente pudimos ser una nación libre y soberana. Esto a lo mejor a las generaciones futuras nos suena algo equis, pero en antaño, para los Criollos que no podían aspirar a ser gran cosa bajo el control español y los pobres indígenas que andaban más amolados que Whitney Houston después de las drogas, significó el poder aspirar a mejorar como personas y sentirse verdaderamente Mexicanos.


Debo confesar, que en mi muy particular historia, también tengo una fecha de Independencia, y es la la fecha que en la que decidí empezar a construir mi vida fuera de mi hogar, lanzándome a la aventura de conocer una nueva ciudad, una nueva carrera y a la larga una nueva vida. Esta independencia, que a todos nos llega tarde o temprano, muchas veces no es tan rosa como nosotros esperábamos, y aunque no tiene tanta sangre y estandartes de la Virgen de Guadalupe como la de México, tiene uno que otro inconveniente, tales como:

  • Los dilemas económicos: Uno de los primeros conflictos por los que pasamos al independizarnos, es organizar nuestras finanzas, y es que cuando somos novatos en administrarnos, empezamos la quincena con más lujos y derroches que una heredera Hilton o una gemela Olsen, ya que pasamos el fin de semana invitando botellas en el antro y comprando las ultimas frivolidades de Adolfo Domínguez. Pero pasados algunos días, nos damos cuenta que nuestro capital es inexistente, y terminamos la quincena comiendo Sopas Maruchan ó latas de atún, y al final de los días lo único que nos queda de las Hilton o las Olsen, es una famélica silueta de anoréxica.
  • Las desveladas arrastradas: Cuando al fin vivimos bajo nuestro propio techo, experimentamos un libertinaje que nos impulsa a querer vivir la fiesta cada noche. Al principio todo es felicidad y glamour, y nos dormimos a diario a las 6:00 AM luego de pasar toda la noche con los amigos. Pero con el paso del tiempo, el cuerpo se cansa, y nos damos cuenta que dormir 2 horas y correr al trabajo o a la escuela no es tan agradable, ya que nos dormimos hasta comiendo y nuestros amigos nos empiezan a llamar Mapachit@ por eso de las ojeras. Es así como empezamos a cuidar nuestras desveladas y comenzamos a salir solo los fines y uno que otro Miercolitos. Es entonces cuando nos damos cuenta que nuestros padres no eran tan malditos como creíamos, por exigirnos llegar temprano entre semana.
  • Los desastres no tan naturales en nuestro hogar: Cuando nos mudamos solos, no nos imaginamos muchos detallitos que implica ser el amo y señor de nuestro domicilio, es por eso que cuando sufrimos el primer apagón en el suministro eléctrico, o tenemos una inundación por fallas de plomería, nos sentimos más desesperados que las esposas de Wisteria Lane, y no sabemos ni que hacer ni a quien llamar, es ese momento cuando maldecimos el no haber participado más activamente en las reparaciones de la casa de nuestros padres o mínimo haber visto el programa de Home Improvement de Tim Allen. Es así como optamos por confiar en la Tía Amarilla (la sección) y contratar a un perfecto extraño, o meter la cola entre las patas y llamar a nuestra figura paterna para pedirle asesoría con la reparación.
  • La soledad en casa: Muchas veces al independizarnos, pasamos todo el día en la calle, trabajando o intentando aprender en la escuela ( o mínimo haciendo la finta) pero a fin de cuentas, cuando oscurece regresamos a nuestro independiente hogar. Es entonces cuando por más que seamos más fríos que Malvina de la novela María Mercedes, recordamos con nostalgia el calor de hogar de antaño, el hecho de ser recibido (aún con reclamos y quejas) de nuestros progenitores o llegar a pelearnos con nuestr@s herman@s por el control de la TV, la última rebanada de pastel o por el simple amor a la lucha tipo Celebrity DeathMatch. Pero sin embargo en nuestro nuevo refugio, lo único que nos espera son muchas obligaciones “muchachiles”, como una pila de platos, ropa sin lavar o una capa de polvo por sacudir, es ese momento cuando comprar un Furbee o un Tamagochi para hacernos compañía no suena tan descabellado.

Luego de hacer esta reflexión, me doy cuenta que por más que llevo ya algún tiempo viviendo independientemente, sigo viendo con nostalgia aquellas épocas bajo el cómodo techo paterno, pero no por eso me gustaría volver a estar bajo su “yugo” ya que aunque fue maravilloso mientras duró, llega un momento en la que el ciclo de la vida continúa y tenemos que caminar y correr solos, y caernos y volver a levantarnos, para a fin de cuentas volvernos adultos.

Creo que hoy verdaderamente debemos de celebrar la Independencia, ya sea la personal, la nacional pero también aquellos que han logrado ser independientes de las adicciones que los ataban y los esclavizaban. Es realmente importante y releveante festejar, gritar y hacer todo un “wateke” que después de mucho esfuerzo, podemos sentirnos libres, autónomos y soberanos de nuestra propia vida, recordando siempre que la libertad implica muchas responsabilidades, y que terrmina donde empieza la de nuestro prójimo. Hoy como país enfrentamos una crisis política muy grande, en la que es indispensable que antepongamos nuestra identidad de Mexicanos a cualquier partido político, ya que de nosotros depende seguir siendo una nación soberana y con un gan presente o futuro, o hundirnos en la esclavitud nuevamente, pero no de un país externo, sino de nuestro propio libertinaje.