viernes, noviembre 10, 2006

En Defensa de la Lengua

Se acerca el fin de año, y con eso tratamos de recuperar tiempo perdido, tratamos de bajar unos kilitos antes de que las posadas con sus tamales de Salinas hagan añicos nuestras espigadas figuras, y claro está, también aprovechamos éstas ultimas semanas en el trabajo, donde nuestros jefes nos atiborran de responsabilidades para tener un cierre de año con buenos resultados. Es así como las juntas de trabajo y de avances se multiplican y súbitamente nos damos cuenta que nuestra agenda diaria requiere más que 24 horas para terminar todos nuestros pendientes y asistir a todas las reuniones de trabajo, y súbitamente nos sentimos más ocupados que la cama de Paris Hilton.

Hace algunos días, tuve precisamente una de esas juntas emergentes de trabajo, con un simpático señor, de más edad que mi mismo padre, con un altísimo rango en mi oficina, cualquier parecido con The Devil Wears Prada fue mera coincidencia. La junta, aunque extensa en contenido en teoría debería de tardar a lo más 30 minutos, debido a la ocupada agenda del mencionado señor. A mi parecer, todo indicaba que la junta sería un rotundo éxito, pues había preparado con antelación el material a revisar y básicamente lo único que esperaba recibir era una aprobación para darle marcha a mi proyecto.

Lo que no contaba, es que el metódico señor al cual le exponía, casi al inicio de mi presentación se fijó de un pequeño detalle en un formato, y me insistió en sobremanera sobre el mismo detalle, a lo cual yo, tenso por explicarle lo relevante del proyecto y no perder tiempo en algo mínimo, le contesté: .- “Equis” Ingeniero, eso no es lo importante, luego lo modificamos, lo relevante es este factor… -. No había terminado de recitar estas palabras cuando el señor en cuestión se reía en mi cara, mi reacción instantánea fue recapitular lo que recién había dicho, y al recordar la expresión “EQUIS”, por lo que me apené en demasía, ya que el espíritu de Mia Colucci no pudo tomar mi cuerpo en peor momento. El añejo directivo, aún riendo me comentó que yo siempre era muy juvenil, a lo cual yo aún con el color tomate en la cara y riendo discretamente le contesté que era porque soy joven, ya que tengo 25 años. Él contestó que para mi puesto y mis responsabilidades en teoría debería de hablar como un ejecutivo de 35, aunque pareciera físicamente de 22.

Luego del piropo a mi físico, que definitivamente causó repercusión en mi autoestima, quedé realmente sonrojado y estaba agarrándome las trenzas cual India María, pero entonces me iluminó Freddie Mercury y recordé que ante toda adversidad: Show must Go On. Fue entonces cuando sonreí ampliamente, tomé aire, usé mi rostro Blue Steel (gracias Zoolander) y continué mi exposición.

Gracias a Dios, y aún con el oso de mi expresión al estilo a la RBD, el proyecto fue aprobado y recibí felicitaciones por la exposición, pero al salir de la sala de juntas, no pude evitar ponerme a pensar sobre como, muchas veces, aún cuando tratemos de dialogar con gente que habla nuestro mismo idioma, somos incapaces de entendernos, y muchas veces es porque hacemos trizas nuestro amado idioma español, con ejemplos tales como:
  • Creando palabras inexistentes: Es impresionante como tanta gente tiene una fijación, casi anal definiría Freud, con la letra S, y trata de integrarla a la menor provocación a todas las palabras que pronuncia, ejemplos tales como dijisteS, hicisteS, oisteS y genteS son solo algunos ejemplos de la manía de usar susodicha letra hasta el cansancio. Otro caso lo integra la gente que aún cuando se graduó de posgrado sigue diciendo “haiga”, palabra que a mí me dio hasta náuseas escribir en este momento, pero que desgraciadamente sigue siendo usada por muchas personas, inclusive en la farándula, ¡gracias Carmencita Salinas por embrutecer aún más a México!.
  • Hablar como carretillero: No voy a negar que cuando estamos molestos no hay nada más relajante y desestresante que una mentada de madre al vacío (o de plano a algún prójimo incompetente) pero es relevante entender, que una cosa es hablar con ese “sabor mexicano” que nos caracteriza, usando de vez en cuando una que otra palabra florida, a exagerar y hablar como mecánico de taller de tercera. Es así como a veces es desconcertante hallar a una dulce niña con mirada de princesa y rizos rubios de cuento de los hermanos Grimm abrir la boca para soltar una serie de improperios que horrorizarían inclusive a algún enfermo del síndrome de Tourette.
  • Usando muletillas: No se si sean breaks mentales efecto de que nuestra memoria de RAM no es la óptima, pero es sumamente común el uso de pequeñas frases o palabras que aderezan todos nuestros enunciados, y es así como súbitamente, hallamos a las niñas fresas decir “tipo” o "osea" cada 20 segundos, a las señoras decir “m´hijo” al final de cada frase, y en general al pópulo decir “wey” con cada pestañeo.
  • Cantinflear : Aún cuando Mario Moreno Cantinflas es uno de los más dignos actores que representaron a México, debemos de ser realistas, y darnos cuenta que una de sus características, extraída de nuestra cultura, es no de los vicios más exasperantes en la forma de hablar de algunas personas, es la forma en la que atiborran una conversación, emitiendo tantas y tan confusas palabras que terminan por desinformar en vez de comunicar algo a su interlocutor. El uso del “cantinfleo” es óptimo cuando en una lección oral en la escuela queremos marear a nuestro maestro, para no poner en evidencia nuestra falta de estudio o dominio del tema que nos pregunte, pero es triste que en la vida diaria, donde el tiempo es oro, optemos por perder saliva, segundos y atención al no ser concretos.
  • Pochear: Lo sé, me estoy mordiendo la lengua en ese justo instante, pero es objetivo de mi parte mencionar que una mancillada muy común a nuestra lengua es el introducir a nuestras vidas palabras de otros idiomas, mayoritariamente inglés, y es entonces cuando nos hallamos hablando igual que la difunta Selena en un Taco Palenque a punto de ir al mall de Lake Jackson o una Cristina antes de empezar su talk-show en Telemundo.

Después de esta mini-recapitulación de “mentaditas” a nuestro idioma, me doy cuenta que es más común hablar mal que hablar bien, y que tristemente son pocas las personas que mantienen pura su forma de hablar.

Creo que el idioma español es uno de los más ricos y variados del mundo, creo que es sumamente rico el como aún cuando es hablado en tantos países, cada uno aporta su propio matiz y sabor a su forma de hablar, pero creo que es importante mantener una forma correcta al hablar y respetando sus estructuras y vocablos. Hay que tener presente siempre, que la comunicación es un canal sumamente valioso con el cual somos capaces de hacer partícipes a todos los que nos rodean del universo que tenemos en nuestra mente y en nuestro corazón.