viernes, mayo 19, 2006

La "Fuerza" de la palabra

La sabiduría popular reza que las palabras, se las lleva el viento. Desde muy pequeño y debido a que nací con muchas cosas que decir, aprendí a hablar rápidamente, por lo que infiero que las millones de palabras que he pronunciado ocupan un importante porcentaje de la atmósfera.
Algunas de estas frases han sido para exponer mi visión de este mitote llamado vida, unas cuantas (escasas) han sido verdades trascendentales y la gran mayoría restante han sido honestamente para viborear la realidad que nos envuelve, y no es justificación, pero en un país como el de nosotros, donde un diputado se agarra a trancazos con un luchador en un programa de TV, es mucho pedir que uno controle su lengua ponzoñosa, por cierto, el Partido Verde mostró su vocación ecológica al tener a un gorila como Jorge Kahwagi en un cargo público.
En general, en la vida diaria decimos palabras que a veces no estamos dispuestos a cumplir, que son carentes de sentido para nosotros mismos, pero sin embargo, las decimos, porque raramente, nos sentimos mejor al decirlas, tales como:
  • Solo la puntita: Esta frase folklórica representa la picardía y el machismo mexicano, y es pronunciada por el hombre que desea acceder al área genital de su fémina en turno, aún cuando en el fondo sabe que ya estando ahí, la calentura abrirá más puertas en sentido figurado, por no decir las piernas de susodicha mujer. Afortunadamente para mí, en los ligues a la usanza de vaqueros de Brokeback Mountain o de Queer as Folk el hombre es más caliente y sabe que si ya hubo ligue con otro pelado, habrá show completo.
  • Te llamo luego: ¿Cuántas veces no nos ha pasado que al final de una cita a ciegas o de un “encuentro” de tercer tipo con algún ligue en el antro, pronunciamos esas mágicas palabras, aunque en el fondo lo único que deseamos es borrar de nuestra mente a esa persona? Y es que ya sea porque la movida en cuestión tiene cierto aire del Gordo Porcel (qepd) o su plática fue tan placentera como arrancarnos las cutículas sin anestesia. Lo cierto del caso es que nos sentimos “menos mal” al pronunciarlas, lo que no tomamos en cuenta es que hay personas con baja autoestima, muy urgidas y adictas a las novelas amorosas colombianas que se ilusionan con esa posible llamada, y al día siguiente están escribiendo notas en su libreta con nuestro nombre rodeado de flores y mariposas o planeando la futura luna de miel.
  • ¡Está Chistosit@!: Aún con toda la mala vibra verbal y mental que podamos echar, no somos tan inhumanos como para ser realmente sinceros y decirle a una mujer que durante 9 meses perdió su figura y tiene los pies del tamaño de un Rotoplas, que su flamante hijo, lejos de parecer un bebé primera etaba de Gerber, es el doble de ET El Extraterrestre, entonces optamos por decir que el pequeño vástago está “chistoso”, “curioso” aunque por dentro estamos rezando al cielo que mínimo el bebé de grande tenga buena letra, o en caso de ser varón que tenga un pene de las dimensiones del de Lukas Ridgestone o unas bubbies Sabrinescas si es niña.
  • Ándale pues, La última y nos vamos: Lo maravilloso del alcohol es que entre sus múltiples y agradables afectos está el del Alzheimer a corto plazo, rápidamente nos olvidamos de todo lo que hemos tomado antes, lo cual hace común que el “último drink” llegue difícilmente, pues perdemos noción de cuantos llevamos en nuestro haber, es así como cinco Lady Cocaine no son nada, hasta que nos levantamos de la mesa y andamos cantando como aquella gordita acnéica noventosa Linda : gira que gira, gira dando vueltas.
A esta lista de frases recurrentes se anexa las clásica, “en cinco minutos” que demuestra nuestro total sentido de la atemporalidad y muchas otras, que en general ponen en evidencia que somos seres de muchas palabras, más no necesariamente muy comunicativos. Creo que hasta cierto punto, estamos “perdonados” de decir algunas palabras vacías, siempre y cuando recordemos que hay algunas que deben ser usadas solo en situaciones de total congruencia de mente y corazón, tales como “Te amo”. Las cuales no denotan solo una realidad, sino también un compromiso.
Me doy cuenta que aunque no se note mucho por los crímenes que cometo algunas veces escribiendo, soy un eterno enamorado de la palabra, de su poder de cambiar en el contexto, de su versatilidad para describir algo tan material como una exquisita silla Barcelona de Mies Van der Rohe hasta la intensidad y pasión de un sentimiento. Sobre todo, amo las palabras por su capacidad de conectar las cabezas de todos los que tenemos un idioma en común, gracias al cual, hoy tu y yo podemos expresarnos de lo que nos plazca, cosas buenas o malas y ojala al final de nuestras vidas, algunas de nuestras palabras hayan logrado un noble y necesario fin, en un mundo que parece caerse a pedazos: Unirnos