viernes, agosto 11, 2006

Entre la guerra y la paz

Entre algunas de las cosas que detesto, son las personas que se sienten por arriba de sus semejantes, y no me refiero a que usen grandes tacones Ferragamo, sino a la gente que está convencida que sus necesidades y problemas son más relevantes que las de cualquier otro ser en la tierra, y no titubean a la hora de tratar de imponer su voluntad a toda costa. No hay mejor ejemplo de esta gente, que la que tenemos en la susodicha Asamblea Permanente del PRD, en donde lo único que ha sido permanente aparte del mal gusto por el vestir de Andrés López es la molestia a la mayoría de los capitalinos, que han perdido no solo horas en el tráfico, sino millones de pesos en ganancias turísticas en este verano. La única buena noticia del plantón es que a lo mejor truenan al musical de Selena, una escoria de OCESA menos.

Lo que presenciamos en el país, es una “bomba” que detonó un individuo que esperanzó a millones de personas de bajos recursos, ilusionándolos con una utopía de proyecto de nación, que en muchas formas está infundamentado; pero aún cuando me duela aceptarlo, tiene como argumento principal el muy noble objetivo (en teoría) de beneficiar a las clases más marginadas. Con esta propuesta, AMLO se volvió el líder de una guerra que ha sido eterna desde que existe la riqueza, y que ha afectado a toda nación y comunidad, el conflicto entre los pobres y los ricos, una confrontación que todos hemos sido testigos, y que es una más, de las guerras que sufre el ser humano, al igual que:

  • La revolución entre el bien y el mal: Y no me refiero solamente a la lucha entre Luke SkyWalker y Darth Vader. Ya que muchas veces nos enfrentamos al mal sin una espada de luz y un corte de cabello setentero, hago alusión al clásico conflicto que sufrimos cuando estamos a punto de portarnos cual hijos de Lucifer y súbitamente escuchamos una voz interna con imagen de Serafin que nos indica que eso que estamos a punto de cometer no es de Dios, y ni siquiera del purgatorio. En muchos de los casos optamos por ahogar literalmente esa voz interna con dos Appletinis más y entregarnos al pecado, pero cierto es que en la cruda, nos terminamos arrepintiendo; hasta que llegamos a un punto en el que nosotros somos los que terminamos alcahueteando a nuestras amistades y llevándolos al camino de la “diversión” (todo con medida), al cabo que pecado compartido es penitencia diluida.
  • La guerra de los sexos: Aunque yo me he declarado con bandera blanca en este conflicto, o más bien de arcoiris, todos los días presencio como en relaciones amorosas, laborales y de amistad los hombres luchan para entender a las mujeres y viceversa. En los trabajos la guerra de egos es increíble cuando una jefa mujer tiene a su cargo a hombres, ya que estos sienten que su pene disminuye de tamaño a cada orden de su superiora, lo impresionante es que muchos de esos hombres ya deberían de estar acostumbrados al control femenino gracias a sus madres. Lo que es importante tomar en cuenta es que durante toda su vida están destinados a convivir, en algunos casos hasta casarse y tener hijos l@s un@s con l@s otr@s, así que es mejor llevar la fiesta, divertida y en paz.
  • La guerra de “castas”: El conflicto entre los “nacos” y la gente “bien” no solo es un malpase de la imaginación de Guadalupe Loeza, sino es una realidad constante que bien filmaron en Amarte duele (México, 2002). Y es que aunque parezca contradictorio, en los países en vías en desarrollo somos los más propensos a dividir al pópulo de los VIP, creando restaurantes, antros y hasta cines en donde segmentamos a la gente, marcando claramente que todos somos mexicanos, pero que hay una línea. Y es que hay que admitir que por más socialistas que podamos ser y aunque en conversaciones con amigos hablemos sobre que nuestro país requiere tratos iguales para todos, no podemos negar que hay veces que nos quejamos de lo “feita” de la gente en algún lugar
  • Las “cruzadas” contra los hermanos: Todo ser que tenga un hermano sabrá que estos pleitos son épicos, y no son solo de naturaleza física tipo enfrentamiento de lucha libre de la AAA, sino también verbales, y tan agresivos que a veces llevaron a traumar a dos que tres personas en la infancia. La maravilla de tener más de dos hijos es que se entretienen el uno al otro, pero definitivamente este “entretenimiento” no siempre es el más pacífico posible, ya que los hermanos siempre se pelearán para obtener lo mismo que el otro hermano, el control de la TV, la cantidad de atención de los padres, el número de permisos entre otras cosas. Con el paso de los años y cuando los primeros hermanos empiezan a salir de casa, los más pequeños celebran por tener súbitamente más espacio y menos guerrillas, pero unos meses más tarde empiezan a extrañar a los faltantes, y en la mayoría de los casos se forjan relaciones de apoyo, donde los pleitos quedan atrás y solo quedan los buenos recuerdos.


Es así mi estimad@ lector como nos damos cuenta que el ser humano, es un animal en continuo conflicto, con otras personas de su comunidad e inclusive su propia familia, desde que nacemos nos enfrentamos al mundo, muchas veces como guerreros que desean salir adelante y salir victoriosos de todo, el problema radica cuando ese triunfar incluye aplastar o herir a nuestro prójimo. Hoy en día vivimos una realidad de guerras que no solo son por una democracia como en México, sino en Israel y Líbano, donde la guerra es la de la supervivencia diaria, destrozando al enemigo. Posiblemente sentimos muy lejos este conflicto y por lo tanto le restamos importancia, pero por un momento debemos de empatizar con esas personas e imaginarnos lo angustiante de su situación, y ver de que manera podemos ayudarlos.


Creo que la única guerra que debemos de luchar día a día es la lucha contra la apatía, la indiferencia, la mediocridad y el estatismo. La verdadera maldad (no la que provoca placer) la flojera y la envidia son enemigos demasiado fuertes que debemos de combatir, como para que aparte queramos enfrentarnos a guamazos con nuestro prójimo. Es por eso que hoy más que nunca, debemos de enfocarnos a vivir en paz con las personas que nos rodean, y es así como aunque a veces creamos que le estamos haciendo un favor al mundo atropellando a un perredista, hay que pensar que cada cabeza es un mundo, y que es natural que no compartamos la misma visión del mundo todos. Pero lo más importante, es que aún con la diferencia entre nuestras formas de pensar y de ser, encontremos convergencias, y aprendamos a vivir, RESPETANDO.