viernes, mayo 04, 2007

Su peso en Oro

Tal como comenté la semana pasada, en estos días nos visitó en Monterrey, el encantador Cirque du Soleil con su concierto/espectáculo/circo Delirium. Algunos creyeron que la trama del show era la boda de Christian Chavez de RBD por un payaso muy “perra” (pues ladraba) de pelo pintado y con un corte Tepitense idéntico al que tenía el pseudo actor; Otros pensaron que definitivamente se necesita mezclar cristal, LSD, alcohol y marihuana para conceptualizar algo tan bizarro y excéntrico en música, pantallas y baile, pero a fin de cuentas todos disfrutamos al máximo un espectáculo que sorprende por su estética, expuesta a flor de piel durante cada minuto que dura el show.

Podría decirte que lo que más disfruté fueron los nuevos arreglos a las canciones de espectáculos anteriores, las maravillosas voces de los cantantes o el juego de luces, pero realmente, te estaría mintiendo. Lo que más disfruté de todo el numerito fue a un Dios Griego de la Fertilidad naciente que nos apantalló con un número de acrobacia sobre un cono, algo fálico a mi parecer, enfundado en unas licras blancas. El bombón en cuestión, parecía tallado en mármol, y a cada movimiento de su cuerpo arrancaba una enorme cantidad de suspiros orgásmicos de todo el auditorio, parecía que la grasa solo había tocado a ese cuerpo en forma de aceite para dejarlo brillosito y apetitoso, cual galleta recién salida del horno, con la ventaja que esta delicia no engorda, sino que al contrario, seguro te hace quemar muchas calorías. A resumidas cuentas, las mujeres biológicas y psicológicas asistentes, deseamos haber sido el cono, las licras o hasta el traspunte que lo ayudó a subirse a su fálica plataforma, todo con tal de tocar a ese milagro de la genética.

Debo decir que al final del espectáculo no causó asombro que el más aplaudido fue el efebo de blanco, ya que dimos hasta ovación de pie con tal de que nos viera y mínimo nos hiciera ojitos o chance nos viera tan emocionados que repitiera parte de su numerito, pero a fin de cuentas nos dejó con las ganas, y luego de muchos aplausos nos prendieron las luces y nos invitaron amablemente a “evacuar” el recinto.

Mi asombro fue brutal cuando a la hora de salir, pensé que el Cirque Du Soleil había roto su juramento de nunca incluir animalitos en sus actos, ya que a lo lejos vi como hostigaban a un inmenso manatí a bajar las escaleras de la Arena Monterrey. Mi sorpresa fue aún mayor cuando al acercarme me percaté que el Cirque no había roto su promesa tipo greenpeace y que nadie era hostigando, sino que el manatí era una gigantesca mujer bastante joven que era socorrida para movilizarse hacia el estacionamiento. La susodicha fémina hubiera dejado sin habla al mismo Botero por la enormidad de sus carnes, y por la resistencia de sus tacones que aguantaban semejante presión.

Al observar semejante espectáculo de la mujer enorme, unos minutos después de haber conocido al hombre con el físico más perfecto que he visto en toda mi vida, no pude dejar de darle vueltas a como dos personas en base a sus vida y hábitos pueden terminar con cuerpos tan contrastantes. No pude dejar de pensar que la gordis joven, seguro habrá jurado dejar los gansitos Marinela ó los Crujitos de Sabritas o que probablemente iría de la Arena al Sport City a encadenarse a una caminadora, al ver tanto cuerpo maravilloso junto en el reparto del Circo, donde hasta el trompetista estaba papas fritas (que goloso).

Finalmente y luego de armar en mi mente todo un plan de ejercicios y una estricta dieta, o más bien suspensión por completo de alimentación para la vacona mujer, me la imaginé delgada y renovada, y súbitamente me imaginé dándole terapia anti-psique gordo, ya que aún cuando los kilos se puedan bajar, la mente muchas veces tarda más en percatarse que ya uno tiene una cintura normal, y que al fin es más fácil a uno darle la vuelta que brincarlo. Es por este atraso en la mente de los exgordos, que repiten patrones conductuales aún cuando ya son delgados, tales como:
  • Ligarse al más gacho: Triste pero real, aún cuando gracias a nutriólogos, ejercicio y GNC logran cuerpos de Men´s Health o de edición de bikini de Sport Illustrated según sea el sexo, a la hora de la cacería se avientan por el más dado al cuaz, ya que interiormente no se sienten a la altura para ligarse a alguien guapo o atractivo. Es por eso que es común ver que el nuevo adonis trae consigo a una pareja que más parece su lavacoches, un lanchero de Acapulco o su pasado (por lo gordo) y no es porque el exgordo es empático con la gente menos agraciada porque alguna vez el perteneció a ese grupo, ya que si fuera así no hubiera gastado miles de pesos y horas en lucir atractivo.
  • Solo hablar del peso: Aún cuando uno en su sano juicio quisiera olvidarse a toda costa de las dietas o del ejercicio agobiante, los exgordos en muchas ocasiones caen en una obsesión a su cuerpo que los incita a parecer un disco rayado de Jane Fonda o del Dr. Sears, ya que terminan sabiendo cuantas calorías queman hasta por hablar o ya saben sacar mentalmente el número de porciones de cada alimento que pueden ingerir para seguir “en la zona”. A veces el platicar con ellos nos hace sentirnos dentro del infomercial de alguna nueva píldora dietética mágica o algún aparato de ejercicio, donde a toda costa nos tratan de vender el amor al cuerpo y las ganas de estar en forma.
  • Forrarse en vez de vestirse: Luego de pasar parte de su vida vistiéndose con la sección XL, una vez que dejan un pasado pesado atrás, los exgordos tienden a querer gritarlo al mundo, y muchas veces deciden hacerlo comprando camisas dos tallas debajo de lo que son, por lo que los vemos con camisetas que parecen mallas y que lejos de favorecerlos hacen que aún delgados parezcan una botarga de salchichonería de TangaManga o con Jeans tan justos que resucitarían a Selena. Es por eso que si tienes amigos en la transición oruga-mariposa no dudes en acompañarlos en su elección de nuevos outfits, ya que en esta etapa son como Thalía en Quinceañera, su cuerpo cada día es diferente.
  • Arrasar con la comida: Aún cuando parezca masoquista, luego de pasar varios meses comiendo más sano que un conejo diabético, corriendo más que un hámster, ya cuando al fin son liberados del yugo del nutriólogo, muchas veces corren al Sirloin Stockade más cercano a comer hasta perder la razón. En el peor de los casos muchos regresan a sus tallas habituales precisamente por este libertinaje alimenticio, pero también en muchos casos luego de terminar esa gran comida, se sienten sumamente culpables y cual Naomi Campbell luego de un Kiss de Hersheys, su remordimiento los llega al buen camino, retomando la esencia de comer para alimentarnos, no para reducir la ansiedad.

Finalmente, ya que diseñé hasta la terapia de la mujer ya con un cuerpo maravilloso y convencida de su delgadez por dentro y por fuera, me cayó el veinte de que si la mujer en la vida real está gorda, es o por un horrible desbalance endocrino en su ser, el cual puede ser medicado, o porque simple y sencillamente le gusta comer y no ejercitarse, y aún cuando para mi sería una pesadilla ser la mitad de lo que ella es (en masa corporal) ella está conforme con la enorme manera en la cual es.

Tengo que reconocer que a veces, léase siempre, tiendo a ser muy hiriente con la gente que tiene sobrepeso, y la gente piensa que es sencillamente porque soy altamente ácido y criticón, lo cual es cierto para muchas cosas que digo, pero para el caso específico del sobrepeso tengo que confesar que es un tema que me duele porque en algún momento de mi infancia lo sufrí, al igual que el papacito de Orlando Bloom.

Ahora en mi bella juventud y con un cuerpo aceptable para los estándares sociales, más no del todo para los gays porque esos estándares son más altos, tiendo a querer volverme coach y nutriólogo para todos aquellos que percibo tienen mucho sobrepeso, ya que con el paso del tiempo he comprendido que más que por estética, el ejercitarnos y comer sanamente se traduce más en un estado zen en nuestro organismo, aparte de que la ropa nos queda mejor y no aplastamos a nadie mientras ejecutamos actos amorosos.

Creo que en esta vida uno puede elegir y vivir siendo flaco o gordo, pero independientemente de nuestro peso debemos amarnos y respetarnos tal cual somos, y en caso de no estar conformes, luchar y trabajar para lograr nuestras metas, sin dañar nuestro cuerpo ni nuestra mente. Nuestro cuerpo es la morada de nuestra mente, así que si en la vida diaria nos gusta vivir en un loft amueblado con Sillas Barcelona y Cuadros de Warhol en las paredes, es lógico que tratemos que la casa de nuestro corazón y nuestra mente también luzca en excelentes condiciones.

La construcción de un cuerpo agradable y tipo escultura, tipo el acróbata del Cirque du Soleil, no es labor de un día, sino del esfuerzo constante de toda una vida, no busquemos soluciones mágicas e instantáneas sino disfrutemos de hacernos cada día mejores, por dentro y por fuera.